EDAD CONTEMPORÁNEA

El cambio de siglo supone una crisis en la historia de España, que venía precedida de lo sucedido en otros países de Europa. El reflejo del paso del Antiguo Régimen a la Ilustración, con la Guerra de la Independencia y el principio de la pérdida de las colonias, tiene sus consecuencias en Ceuta: Respecto a lo primero, la población se ve dividida entre partidarios de la monarquía absoluta y el nuevo orden político, pero su posición geográfica, dependiente de Cádiz y preservada de los franceses por las aguas del Estrecho, provocará que muchos nobles y religiosos, entre los que se contarán los duques de Medinaceli y de Abrantes, marqueses de Ariza, el arzobispo de Laodicea o el Tribunal de la Inquisición de Sevilla se refugien aquí. La guerra se sigue al día y junto a Daoiz y Velarde, se destaca en los hechos del Parque de Monleón el Teniente Jacinto Ruiz Mendoza, un héroe ceutí. En cuanto a los movimientos revolucionarios americanos, serán numerosos los desterrados a Ceuta, como Francisco Iznardi, secretario de la Junta Revolucionaria de Caracas o el peruano Juan Bautista Tupac-Amaru, a los que seguirán liberales como el padre de la Constitución de Cádiz, Agustín de Argüelles.

Vemos así cómo Ceuta, al igual que Cádiz, había recibido –siempre por mar– toda clase de influencias, de ideas nuevas, de elementos que la sensibilizaron a los cambios y que tienen en su origen, como en la otra orilla, mucho del espíritu libertario de la península apenina, del independentismo americano y la ilustración más europea. Su reflejo podría descubrirse en el nacimiento de la prensa o la permanente atención sobre la Guerra de la Independencia, que nunca llega a afectar directamente a Ceuta, pero en la cual se encuentran las dos figuras más importantes y conocidas de nuestra historia contemporánea: el Teniente Ruiz y Agustina de Aragón (a pesar de que su relación por Ceuta sea únicamente por razón de nacimiento en el primero y de fallecimiento en la última).

En la esfera político-local, se constituye en 1812 el Ayuntamiento Constitucional, que recupera la municipalidad para la población civil, aunque de forma intermitente, ya se sucedan gobiernos de un signo u otro. Con las desamortizaciones se exclaustra a las órdenes religiosas, lo que tiene efectos desastrosos en la enseñanza y la sanidad, así como en la pérdida de cofradías y templos.

La militarización del XVIII y la castellanización de las clases populares (renovadas al socaire de actividades temporales como la pesca y el arte de las almadrabas y su conserva, o las levas) provocó una falta de personas preparadas para asumir la lenta pero imparable entrada de la ciudad en el ámbito civil, que fue aprovechada por parte de la burguesía algecireña, con quienes hizo su entrada la imprenta, el teatro, la masonería...

En 1859-60 se produce la Guerra de África, que demuestra lo que el cuerpo de Ingenieros llevaba escribiendo en sus memorias décadas: Ceuta carecía de un puerto necesario para su socorro y abastecimiento; necesitaba nuevas comunicaciones marítimas y terrestres; exigía un nuevo estatus económico y legal para sus relaciones en el Estrecho. Además, al trazarse nuevos límites, había que fortificarlos convenientemente y distribuir entre el vecindario tierras que, hasta entonces habían estado bajo el tiro de unos y otros.

Muy pronto se ven los efectos: Se declara puerto franco, se construye el muelle de Comercio, se comunica Ceuta y Algeciras con vapores-correo, y vuelven a afincarse legalmente muchas familias judías procedentes de Tetuán. Poco a poco, el Ayuntamiento cuenta con mejores medios económicos y surge una prensa que va a aglutinar a quienes exigen la transformación urbana, un puerto capaz, la desmilitarización –al menos en el campo de la justicia– y la supresión del penal. Es la ocasión esperada por esa burguesía algecireña que lleva años desembarcando y que no van a desaprovechar.

En esos momentos comenzarán también a apreciarse los servicios de los escasos musulmanes procedentes del Oranesado y se completan sus compañías con gentes del entorno surgiendo así una comunidad que tendrá un segundo momento de expansión en la creación de Regulares y La Legión muchos años después. También empiezan a llegar indúes procedentes de Gibraltar, la cuarta de las comunidades que forman la sociedad de hoy, corroborando la tradición liberal y de convivencia que ha marcado nuestra historia.

En 1877 se recibe en Ceuta a Alfonso XII. La última estancia real se había producido en 1849, con la llegada de los Duques de Montpensier, de la cual se siguió la construcción del Faro, mientras que de esta segunda se obtuvo el mantenimiento del enlace telegráfico con la costa peninsular. La Corona se erigirá así en atenta protectora, produciéndose visitas como la de los Infantes Antonio de Orleans y la Infanta Dª Eulalia de Borbón en 1891; las de D. Alfonso XIII en 1904, 1909 y acompañado de Dª Victoria Eugenia en 1927, y las numerosas del Infante D. Carlos de Borbón, su esposa la Infanta Dª Luisa, o la del Infante D. Jaime, en 1930. En 1933, el Presidente de la República Niceto Alcalá Zamora estuvo en Ceuta y, en 1970, D. Juan Carlos y Dª Sofía, aún Príncipes de España, lo hicieron con motivo del cincuenta aniversario de la fundación de La Legión. Con posterioridad, en dos ocasiones, tuvimos el privilegio de ver pasear por nuestras calles, en visita privada, al Conde de Barcelona, D. Juan de Borbón, último representante de la primera familia de la Nación que conoció in situ nuestra tierra, nuestros problemas y proyectos.


Siglo XX